El término "contención" fue introducido por primera vez por el psicoanalista Wilfred Bion. Lo describió como un mecanismo en el que, por ejemplo, un niño guarda sus emociones incontrolables el contenedor de la madre, quien se las devuelve “mas pequeñas” para que quepan en el contenedor del niño. Se supone que el adulto es capaz de hacer frente a lo que el niño aún no.
Si el niño grita y patalea de enojo porque su madre no lo deja ver cuatro horas seguidas de dibujos animados, la mamá le explicará lo que le está pasando diciendo "Entiendo que ahora estés muy enojado conmigo, el enojo es completamente normal" y lo ayudará a sobrellevar la decepción de no poder mirar más caricaturas. La madre no tiene miedo de esta ira. Es capaz de contenerla en sí misma y no colapsar.
Así, el niño "hace crecer" su propio contenedor: aprende a soportar la frustración y a reconocer sus emociones.
¿Qué sucedería si la madre comienza a reaccionar directamente a los sentimientos del niño a partir de sus propias emociones? Puede resultar en un estallido de ira infantil con castigo y condena. La madre deja al niño solo con una experiencia que no puede soportar. A partir de esto, el niño tiene dos caminos: empeorar su comportamiento con la esperanza de encontrar el apoyo de un adulto o desarrollar un “falso yo”. Una y otra vez, el niño se va convenciendo de que sus emociones son tan fuertes que un adulto no puede resistirlas, lo que significa que los sentimientos inaceptables deben ocultarse y ser buenos para no perder el amor de los padres. De esta forma, se desconectará por completo de sus sentimientos.
La buena noticia es que la habilidad de contener nuestras emociones se puede desarrollar como adulto. El psicólogo le brinda al paciente una experiencia de aceptación para poder soportar la frustración y a reconocer qué nos está pasando.